El pasado nos recuerda que algunas vidas, aunque se apaguen demasiado pronto, dejan una luz imposible de borrar. Ese es el caso de Ronny José Niño Valenzuela , nacido en Trujillo, Venezuela, el 5 de octubre de 1987. Hijo de Nicolás Niño y Rosa Valenzuela, y hermano de Rosana, Roxy y José, Ronny creció en un hogar donde el arte y la creatividad siempre estuvieron presentes.
Un creador innato
Lo suyo no era el trabajo rutinario ni los compromisos impuestos; su vocación era vivir del arte y de lo que sentía en el corazón.
A los 19 años, cuando comenzó a relacionarse con artesanos y nuevas amistades, encontró el mundo en el que realmente encajaba. No necesitaba largas explicaciones ni maestros formales: bastaba con observar cómo se hacía algo para aprenderlo al instante y transformarlo en una pieza única. Su talento consistía en darle vida a lo sencillo , convirtiéndolo en arte.
El sueño de un espacio propio.
Ronny siempre soñó con tener un local donde exhibir y vender sus artesanías, un espacio para que la gente no solo admirara su trabajo, sino que también pudiera aprender de él. Su deseo de impartir talleres de orfebrería y transmitir sus conocimientos reflejaba su generosidad: no quería guardarse el arte solo para sí mismo, sino multiplicarlo en otros.
Un espíritu libre y aventurero
Más allá del trabajo artístico, Ronny era un aventurero incansable . Su camino lo llevó a recorrer países como Brasil, Perú, Ecuador y Colombia, donde compartió su arte y construyó amistades que aún lo recuerdan con cariño. Su vida nómada no respondía a la búsqueda de una estabilidad convencional, sino a una estabilidad mucho más profunda: la libertad.
Padre, hermano y amigo
En medio de sus viajes y creaciones, la verdadera felicidad de Ronny estaba en su familia y, sobre todo, en sus hijas, Valeria y Valentina . Fue un padre amoroso, responsable y consejero, siempre dispuesto a colaborar, a escuchar y a tender la mano. Quienes lo conocieron lo han descrito como un joven polifacético, resolutivo y trabajador, capaz de encontrar soluciones incluso en lo que no le correspondía.
Una huella imborrable
Ronny no solo dejó artesanías, sino un ejemplo de vida. Su partida genera un vacío profundo en su familia y amigos, pero también deja un recordatorio: la importancia de valorar la amistad, la familia y los lazos que nos construyen como comunidad.
Hoy, Ronny permanece en la memoria colectiva no solo como artista y soñador, sino como padre, hermano, amigo y ser humano. Su mayor obra no fueron solo sus piezas de orfebrería, sino el mensaje que transmitió con su vida: la libertad y el amor, cuando se viven de verdad, son el arte más grande que alguien puede dejar al mundo.
